miércoles, 19 de marzo de 2008
Las tres leyes de Clarke
El científico y escritor Arthur C. Clarke murió en Colombo (Sri Lanka) en la madrugada del 19 de marzo de 2008, a la edad de 90 años.
«La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse hacia lo imposible». Es la segunda de las tres leyes que llevan su nombre, formuladas en 1962 y 1973 en diferentes ediciones de su libro «Perfiles del futuro». Y quizá la que mejor resume la existencia de este científico visionario y escritor empedernido, capaz tanto de anticipar los satélites de órbita geoestacionaria (que en su honor se conoce como «órbita Clarke»), como de cautivar la imaginación de millones de personas en todo el mundo.
Lo primero lo hizo en octubre de 1945, siendo aún un especialista de radar al servicio de la Royal Air Force. Lo segundo ha ocupado, sin interrupción, los últimos sesenta años de su vida. Más de medio centenar de títulos, algunos de ellos legendarios, como «El centinela», que inspiró la inolvidable «2001. Una odisea en el espacio» de Kubrick o «Cita con Rama», que será llevada a la gran pantalla en 2009, se unen a centenares de ensayos y de trabajos de divulgación de gran exactitud y calidad literaria. Su nombre forma parte de un selecto club de científicos-escritores al que pertenecen autores como Carl Sagan o Isaac Asimov.
«Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia». Es la tercera ley de Clarke y la que quizá define mejor su forma de pensar. Décadas antes de que se hicieran realidad, por la mente de este británico de Somerset ya existían transbordadores espaciales, estaciones orbitales, colonias planetarias, supercomputadores y sistemas instantáneos de comunicación. Y, a la vista de esos antecedentes, no sería de extrañar que en el futuro se materialicen, también, el resto de sus ensoñaciones. ¿Por qué no habríamos de encontrarnos alguna vez con un «Rama», un planetoide artificial construido por una civilización remota y que viaja por el espacio como una gran nave nodriza repleta de recursos, vida y tecnología?
«Qué inapropiado resulta llamar a este planeta Tierra, cuando está claro que es Oceano», escribió Clarke en cierta ocasión. Los mundos que pueblan sus historias no son solo una invención, sino que responden con exactitud a lo que la Ciencia esperaría encontrar «más allá» de nuestro pequeño rincón del Universo. Sus «Cánticos de la lejana Tierra» dieron vida, también, a un inolvidable disco de Mike Oldfield. Y su mayor fracaso fue no conseguir, como se proponía, escribir para la revista «Wired» un relato de ciencia ficción en solo seis palabras. Le salieron diez: «God said, "Cancel Program Genesis." The universe ceased to exist.» (Dios dijo: «cancelar el programa Génesis». Y el Universo dejó de existir).
La primera de sus tres leyes («Si tres leyes fueron suficientes para Newton, modestamente decido parar aquí»), apenas si necesita un comentario. Por sí misma refleja la determinación y la férrea convicción de Clarke en el progreso y en las infinitas posibilidades que el futuro depara al ser humano: «Cuando un anciano y distinguido científico afirma que algo es posible, probablemente está en lo correcto. Cuando afirma que algo es imposible, probablemente está equivocado».
Descanse en paz
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