Un tribunal norteamericano admite a trámite una demanda contra el laboratorio europeo para que no conecte el acelerador de partículas LHC
Para el norteamericano Walter L. Wagner y el español Luis Sancho, el fin del mundo está mucho más cerca de lo que nadie pueda pensar. De hecho, el día del juicio final podría coincidir, si alguien no lo impide, con la puesta en marcha (prevista para este verano) del
LHC, el mayor acelerador colisionador de partículas jamás construído por el hombre.
Cuando la colosal máquina entre en funcionamiento en el
CERN, el laboratorio de física europeo, cuyo anillo acelerador de 27 km. es el mayor del planeta, los científicos pondrán en juego fuerzas de una magnitud desconocida en el Universo desde su creación, hace 13.700 millones de años, en el explosivo instante que la Ciencia (y la opinión pública) conoce como «Big Bang».
Por eso, Wagner y Sancho han decidido poner una querella que impida, o que por lo menos retrase hasta que se disipen las dudas sobre su seguridad, la conexión de la gigantesca máquina. La demanda fue interpuesta el pasado 21 de marzo ante un tribunal de Honolulu, en Hawaii, donde Walter L. Wagner reside. Y afecta, además de al citado laboratorio europeo, también al Departamento de Energía de los Estados Unidos, al laboratorio de física norteamericano Fermilab y a la Fundación Nacional de Ciencias de EE. UU., estos últimos por facilitar en distinta medida los preparativos finales y la puesta a punto del
LHC en un momento en que la seguridad del acelerador no estaba aún garantizada. La primera comparecencia de las partes implicadas está prevista para el próximo 16 de junio.
«Juicio popular»Y aunque nadie piensa en serio que esta acción judicial sea capaz de retrasar un proyecto internacional de gran envergadura y en el que Europa lleva trabajando casi dos décadas, sí es cierto que servirá para suscitar un auténtico «juicio popular» alrededor de una instalación científica y una tecnología que también cuenta con enemigos y detractores.
Wagner, que estudió física e investigó sobre rayos cósmicos en la Universidad de California en Berkeley, y Sancho, que se define a sí mismo como un «investigador de la teoría del tiempo», recogen en efecto las dudas y temores ya expresadas por algunos científicos.
Entre ellas, la posibilidad de que, al conectarse, el LHC sea capaz de generar uno o múltiples agujeros negros microscópicos, alguno de los cuales, en lugar de evaporarse, como predice la teoría formulada por Stephen Hawking, alcance una estabilidad que le permita crecer hasta «tragarse» al planeta entero. O la posibilidad de que se generen monopolos magnéticos, unas partículas «exóticas» que tendrían la capacidad de dejar «fuera de servicio» a los núcleos atómicos ordinarios. O que los quarks generados en los experimentos se unan entre sí de forma diferente a la habitual, contagiando a todos los átomos de la Tierra y convirtiéndola en un amasijo informe de materia extraña...